Queridos hermanos y hermanas,
y saludo especialmente a los Capitulantes y a nuestros numerosos asistentes, los laicos asociados invitados, todos los oblatos presentes de Roma, los Hermanos de las Escuelas Cristianas que nos acogen, todos nuestros amigos –sacerdotes, religiosos, personas consagradas, miembros de la amplia familia de San Eugenio de Mazenod. ¡Permítanme también felicitar a los muchos de nosotros que celebran hoy su aniversario de votos o de ordenación!.
1) Hoy comenzamos nuestro Capítulo General y lo empezamos con una celebración de cumpleaños.
2) ¿Una fiesta de cumpleaños?. ¿No deberíamos comenzar con algo más serio, más austero, dado que el tema de nuestro Capítulo es la conversión?.
a) Nuestro tema propuesto suena bastante serio: “Centrados en la persona de Jesucristo, nos comprometemos a una profunda conversión personal y comunitaria para el bien de nuestra Misión Oblata”. Todo nuestro proceso precapitular estuvo guiado por el tema: “Conversión: Un nuevo corazón – un nuevo espíritu – una nueva misión”.
b) ¡Y comenzamos con una fiesta de cumpleaños!.
c) ¡Pero cae hoy!. Nueve meses tras el 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción de María – que también hemos celebrado – nos nace ella ahora!.
3) ¿Podría realmente María distraernos de las cosas serias a hacer durante nuestro XXXV Capítulo General?. Hemos de meditar no sólo sobre la conversión, sino que hemos de elegir también un nuevo gobierno para nuestra Congregación oblata, examinar nuestras estructuras y, sobre todo, dar a nuestra misión unas pautas en este tiempo de cambio, ¡unas pautas que nos lleven a la conversión!.
a) Pero yo creo que el cumpleaños de María hoy no supone para nosotros una distracción; más bien nos ayudará a comenzar nuestra asamblea desde la perspectiva adecuada. Un Capítulo siempre comienza con la invocación del Espíritu Santo, lo que significa pedir a que prevalezca el modo de ver de Dios, y no el nuestro.
b) ¿Qué celebramos hoy exactamente?. En un cumpleaños no sólo recordamos el comienzo de la vida de alguien; exaltamos la persona entera cuando la tenemos ante nosotros, todo lo que apreciamos en dicha persona.
c) Por tanto, en esta fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, queremos expresar nuestro aprecio por todo lo que María es para nosotros. La amamos, porque sentimos siempre su cuidado maternal: después de todo ella es la madre de los oblatos y nuestra patrona. Estamos orgullosos de una patrona tal que, además de ser nuestra madre, es la mismísima madre de Jes&uocute;s. Ella es la que trajo al mundo al Salvador; en ella es donde se colmó el anhelo de la humanidad. Acabamos de leer el libro de Miqueas, que la llama proféticamente “la madre [que] dará a luz”; con ella es como las cosas han cambiado, como dice Miqueas: “[El Señor] los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz”.
4) El cumpleaños de María no nos distrae en la apertura de nuestro Capítulo General; al contrario, nos ayuda a concentrarnos en los asuntos esenciales. ¡Y necesitamos la conversión a los esencial, la conversión a los caminos de Dios!. ¿Cuán a menudo hemos probado a ir fuera de los caminos de Dios?.
a) En el Evangelio hemos oído que incluso José, el “hombre justo”, como se le llama, tuvo dificultades para captar los caminos de Dios. Estaba considerando divorciarse de María, como hemos dicho, cuando " se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y t&uocute; le pondrás por nombre Jes&uocute;s, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.
b) Si José tuvo dificultades, nos será fácil admitir que nos resulta duro seguir los planes de Dios y que nos desviamos de ellos. Como José, tenemos siempre que aprender de los caminos de Dios; podemos hacerlo también mirando a María.
5) Preguntémonos: ¿Cómo sería si en el cumpleaños de María los oblatos comenzáramos a convertirnos a los caminos de Dios, que son también los de María?.
a) ¿Puedo sugerir que la conversión a la que estamos llamados se describe en los dos nombres que se dan al hijo de María en nuestro Evangelio?. El primer nombre es “Jes&uocute;s”, que significa que salvación de nuestros pecados. La primera cosa que nosotros los oblatos necesitamos hacer es confesar y arrepentirnos de nuestros pecados, los pecados misioneros. Hemos de nombrarlos, pero haciéndolo con esperanza, rezando con el salmo responsorial de hoy: “confío en tu misericordia: / alegra mi corazón con tu auxilio”. Si avanzamos por este camino de purificación, por el que la Iglesia toda está pasando en muchas partes del mundo, entonces el segundo nombre del hijo de María resonará verdaderamente en nosotros: “Emmanuel”, “Dios-con-nosotros”, y ese nombre nos abrirá un vasto campo.
b) San Eugenio siempre estuvo convencido de ambas cosas: que estamos invitados a un arrepentimiento de nuestros pecados y que estamos llamados a convertirnos en instrumentos en manos de Dios, que está con nosotros. Basta releer el Prefacio de nuestra Regla; permítanme que la cite con larguedad. San Eugenio escribe:
“Deben trabajar sin descanso por hacerse humildes, mansos, obedientes, amantes de la pobreza, penitentes y mortificados, despegados del mundo y de la familia, abrasados de celo, dispuestos a sacrificar bienes, talentos, descanso, la propia persona y vida por amor de Jesucristo, servicio de la Iglesia y santificación de sus hermanos; y luego, con firme confianza en Dios, entrar en la lid y luchar hasta la muerte por la mayor gloria de su Nombre santísimo y adorable. ¡Qué inmenso campo se les abre! ¡Qué santa y noble empresa!”.
c) El Espíritu hoy quiere que caminemos de nuevo por estas sendas. Salvados de nuestros pecados, llevados de la mano por María, los oblatos estamos de nuevo llamados a vivir en caridad y evangelizar a los pobres.
6) El 15 de agosto de 1822, San Eugenio recibió una gracia especial mientras rezaba ante la Madonna Oblata, que está ahora en la casa general. ¿Le sonrió aquél día?, ¿Le inclinó la cabeza?. No lo sabemos con exactitud. A menudo cantamos la Salve Regina ante esta estatua. Ella contiene estas palabras: “advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte”. Ello parece hablarnos de la conversión de María: ella “convertirá” sus ojos a nosotros, es decir, cambiará la dirección de su mirada y nos mirará. Pero, ¿es demasiado extraño hablemos de la conversión de María?. Los profetas aluden incluso a la conversión de Dios: “Vuelvan a mí -oráculo del Señor de los ejércitos- y yo volveré a ustedes” (Zacarías 1, 3). Sí, María, conviértete a nosotros, “convierte” tus ojos a nosotros, míranos en estos tiempos cambiantes así como miraste a San Eugenio muchos años atrás. Y, ¡feliz cumpleaños, María, madre!. Amén.
P. Wilhelm Steckling, OMI
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